¿No te has preguntado alguna vez que hubiera sido de los aventureros de aquellos épicos viajeros del siglo XIX si hubieran podido fotografiar sus viajes con la misma exhaustividad que escribían sus relatos? Quizás hubiera perdido parte del romanticismo … o no. Tal vez hubiera ganado adictos en mayor proporción y con más rapidez. O quizás su literatura no hubiera sido tan esmerada sabiendo que tenían una fotografía que apoyaba su descripción con muchos más detalles.

El caso es que hoy en día, nadie entiende un viaje sin una fotografía. Ya lo dice la frase, una imagen vale más que mil palabras. Y cada vez que hago la maleta me hago la misma pregunta, ¿me llevo la cámara de fotos o me conformo con la del móvil? Menos equipaje, más comodidad. Ahora aseguro que siempre dudo hasta el último día.

Vivimos en la era de la fotografía online. La calidad de las imágenes cada vez mejorada de las cámaras de los móviles y todas las aplicaciones dónde puedes editarlas al momento nos ha creado la necesidad de relatar nuestros viajes online, compartir el momento, la experiencia y el lugar con el mundo.

Pero sabes qué? Todavía conservo mi cámara reflex que hacía unas fotos excelentes pero que hasta el día del revelado era un misterio saber si habías apuntado bien, salían fotos borrosas o eran dignas de decorar una pared. Te acuerdas ?? Le dedicábamos nuestro tiempo a seleccionar las fotos que valían la pena, a montar el álbum para luego guardarlo con cariño. Ahora con 3000 fotos en la memoria es más complicado hacer la selección y no tenemos tiempo… verdad ?

Eso no quita que no sepamos valorar una buena fotografía y prueba de ello son los muchos me gusta que se activan en Instagram al cabo del día. O como nos hacen viajar esos profesionales que ilustran las revistas de viajes con sólo ver sus maravillosas fotografías