Lo primero que hago cuando llego al asiento del avión , después de guardar el equipaje de mano en el “tabernáculo” superior de los pasillos, es mirar la revista de la compañía aérea. Busco la sección de cine para saber las películas que podré ver a bordo. Con suerte una ó dos serán interesantes.

Centro toda mi atención en aprender a utilizar el mando que está encastrado en el apoya-brazos. Después del despegue, del saludo del capitán y de las instrucciones de las azafatas, comienza la película. ¡Bien! 2 horas menos de avión.

Llega la comida de catering. El olor no me gusta, pero así me distraigo. Como un poco. ¡Bien! 30 minutos más distraida .

Empiezo a ver la segunda película, pero resulta ser un rollo. Cojo el libro que tengo en la bolsa de mano después de pedir permiso al señor de al lado para poder pasar. Aprovecho la oportunidad y voy al lavabo para no tener que pedir de nuevo a mi vecino de asiento que se levante más tarde. ¡Bien! 15 minutos menos de vuelo.

Regreso, me siento y empiezo a leer. A la media hora ya no sé como sentarme. La luz me cansa la vista, así que decido intentar dormirme… ¿Y que me ayuda a dormir?

Esa maravillosa almohada de viaje hinchable que se adapta al cuello y te permite apoyar la cabeza sin tener que buscar posturitas raras. Suele ir doblada en una funda de plástico, no ocupa nada y es muy barata. Cuando me despierto casi he llegado a mi destino.

No te olvides de incluirla en tu maleta .